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A Juan José Saer

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Por S.C. Un lugar, un territorio Se abre, se pliega, se reconvierte y vuelve a desplegarse Como las alas de un pájaro que, al planear, Describe la forma de una prolongada frase que no cesa. Santa Fe, Serodino, Colastiné Norte, no importa exactamente dónde, El barrio, el punto geográfico preciso, Sino la literatura, La subversión de los sentidos.

La literatura entre Las palabras y el silencio (y el ruido)

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  Por Fabián Muniz ¿Cuál es la relación de la lengua con la literatura? ¿No es una relación paradójica, a partir de la constatación de que la literatura está hecha de lengua, pero que a la vez modifica esa lengua de la que está hecha? ¿Cómo triangulan estos tres conceptos que figuran, articulados unos con otros, en la portada y en el desarrollo del libro? ¿Son palabra, silencio y ruido las tres formas principales de la lengua, y la literatura es la forma discursiva que privilegia esa triangulación necesaria y recíproca?   Los cruces entre el libro de Santiago y la literatura pueden ser varios. A mí me interesa esbozar dos de esos cruces: uno es el que podemos llamar “mención” de la literatura, y se da cada vez que para explicar una de las ideas acerca de cómo funciona el lenguaje, Santiago recurre a un ejemplo extraído de un texto literario: Borges, Onetti, Rubén Darío... Dejemos este cruce, en todo caso, para la conversación posterior a esta lectura. El otro es el que podríamos llam

LAS PALABRAS DE UNA VIDA - Breves apuntes sobre "La vida enferma", de Leonardo de León

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Por Santiago Cardozo 1. Si se me permite, quisiera iniciar con un par de citas de Roland Barthes, porque, a mi juicio, sitúan extraordinariamente bien varias de las cuestiones centrales que plantea el libro de Leonardo. Primera cita: Nuestra literatura está marcada por el despiadado divorcio que la institución literaria mantiene entre el fabricante y el usuario del texto, su propietario y su cliente, su autor y su lector. Este lector está sumergido en una especie de ocio, de intransitividad, y, ¿por qué no decirlo?, de seriedad : en lugar de jugar él mismo, de acceder plenamente al encantamiento del significante, a la voluptuosidad de la escritura, no le queda más que la pobre libertad de recibir o rechazar el texto: la lectura no es más que un referéndum  ( S/Z ). Segunda cita, a propósito de la novela breve Sarrasine , de Honoré de Balzac, pero que, más de cincuenta años después, le cabe a La vida enferma : En este texto ideal las redes son múltiples y juegan entr

Epígrafes

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¿Por qué escribo? Podría ser, entre otras cosas, por deber: por ejemplo, al servicio de una Causa, de una finalidad social, moral: instruir, edificar, militar o distraer. Estas razones no son despreciables; pero las vivo un poco como justificaciones, coartadas, en la medida en que hacen depender el Escribir de una demanda social, o moral (exterior). Ahora bien, en la medida en que estoy lúcido, sé que escribo para contentar un deseo (en el sentido fuerte): el Deseo de Escribir  > No puedo decir que el Deseo es el origen del Escribir, pues no me es dado conocer mi Deseo totalmente y agotar su determinación: un Deseo siempre puede ser el sustituto de otro, y no me corresponde así, sujeto ciego, inmerso en el imaginario, poder explicar mi Deseo hasta en su dato original; solamente puedo decir que el Deseo de escribir tiene cierto punto de partida, que puedo localizar.                                                                  Roland Barthes, La preparación de la novela   Son

Las palabras políticas de la escuela: la herida de la alfabetización (II)

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  Por Santiago Cardozo   “Estos artefactos que yo llamaría éticos , ya que el sentido denotado pasa por ser el sentido verdadero, y a fundar una ley (¿cuántos hombres habrán muerto por un sentido?), mientras que la connotación (ésta es su ventaja moral) permite instaurar un derecho al sentido múltiple y liberar así la lectura: pero, ¿hasta dónde? Hasta el infinito: no hay límite estructural que pueda cancelar la lectura: se pueden hacer retroceder hasta el infinito los límites de lo legible, decidir que todo es, en definitiva, legible (por ilegible que parezca), pero también en sentido inverso, se puede decir que en el fondo de todo texto, por legible que haya sido en su concepción, hay, queda todavía, un resto de ilegibilidad. El saber-leer puede controlarse, verificarse, en su estadio inaugural, pero muy pronto se convierte en algo sin fondo, sin reglas, sin grados y sin término” (“Escribir la lectura” y “Sobre la lectura”, El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y

La “insubordinación” o el odio a la política

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Por Santiago Cardozo 1. Leer y escribir : estas han sido, hasta, poco más o menos, los noventa, las palabras de la alfabetización, aquellas en las que la escuela se reconocía y, sobre todo, se definía como tal, de acuerdo con una etimología que lo muestra con inocultable elocuencia: skholé , “ocio, tiempo libre; estudio; escuela” (ver https://bdme.iatext.es/Grafo ), es decir, espacio retirado de la vida doméstica, del oikos cotidiano, de la oralidad pragmática de los intercambios que buscan ofrecer respuestas a las necesidades y las demandas inmediatas, muchas de ellas marcadas por el ritmo de la biología: comer, orinar, defecar, o por la demanda jerárquica de los que mandan: sentarse calladitos a tomar clase, adoptar una posición silenciosa frente a las cosas que ocurren en los liceos y en el mundo (nada de andar imaginando proyectos colectivos, construyendo formas de amar, de relacionarse con el otro; nada de andar esgrimiendo palabras como “justicia”, “resistencia”, “derecho

Lingüística y psicoanálisis

Por S. C. Una palabra cae, con estrépito, sobre el diccionario y queda, ipso facto , imbuida de un saber que la atosiga: una nota gramatical señala que es un sustantivo o un verbo pronominal en desuso; otra nota, ahora dialectal, indica que se utiliza sobre todo en tales y cuales países, con este o aquel significado que se juzga de segunda. Es así que otras tantas palabras, ordenadas prolijamente desde su uso literal hasta su uso oblicuo, acuden a cercarla, a disponer el alambrado que traza su perímetro en el territorio de la lengua. De ahí en adelante, el lector deberá, si el deseo lo ha ganado, subvertir la norma lexicográfica que ha procurado tapar los agujeros que las palabras usadas van dejando a su paso. Han quedado entonces aptas para la comunicación, para los mandados en el almacén o para las explicaciones de la clase de Educación Ciudadana, elegante forma de decir lo que ayer era moralidad cívica.  Han quedado disponibles para el usufructo de los periodistas, para los copete