Por Santiago Cardozo 1. Leer y escribir : estas han sido, hasta, poco más o menos, los noventa, las palabras de la alfabetización, aquellas en las que la escuela se reconocía y, sobre todo, se definía como tal, de acuerdo con una etimología que lo muestra con inocultable elocuencia: skholé , “ocio, tiempo libre; estudio; escuela” (ver https://bdme.iatext.es/Grafo ), es decir, espacio retirado de la vida doméstica, del oikos cotidiano, de la oralidad pragmática de los intercambios que buscan ofrecer respuestas a las necesidades y las demandas inmediatas, muchas de ellas marcadas por el ritmo de la biología: comer, orinar, defecar, o por la demanda jerárquica de los que mandan: sentarse calladitos a tomar clase, adoptar una posición silenciosa frente a las cosas que ocurren en los liceos y en el mundo (nada de andar imaginando proyectos colectivos, construyendo formas de amar, de relacionarse con el otro; nada de andar esgrimiendo palabras como “justicia”, “resistencia”, “derecho