ágora o nunca

  Por  Fabián Muniz SIGMUND FREUD: Tu padre no mató un chancho en realidad. Solo fue un sueño que tuviste y que revela tu miedo inconsciente a que él venga y te castre. Además te querés empomar a tu madre, a mí no me engañás. CARL JUNG: Tu padre es el arquetipo del rey cazador de la tribu. Vos sos su heredero y la muerte del chancho es el símbolo de tus hazañas por llegar al trono. Si te reconciliás con tu sombra, podrás ver la luz. JACQUES LACAN: Tu padre es el significante vacío que no reclamará otro sentido que el que quiera darle quien aborde lo simbólico de la paradoja del significado en el significante de lo real que no es el chancho imaginario sino lo que queda del chancho cuando el chancho ya no está. El chancho murió dos veces. La tercera fue la que más le dolió. SIMONE DE BEAUVOIR: Tu madre también puede matar al chancho. Lo que pasa es que no la dejan. MALENA PICHOT: Tu madre también puede matar a tu padre, ya que estamos, o sea, hello, que no la fl

Por Sandino Núñez Qué cerca estamos siempre, cuando hablamos del biopoder como máquina abstracta de reproducir la vida, del tema del obsesivo. Hay enormes montos de placer pasivo o de goce inercial instalados en la masa por este  sueño de lo real : el funcionamiento incesante y continuo, y a su vez indefinidamente fragmentable, divisible y medible, de la naturaleza y las máquinas, de las prótesis y las lógicas de prolongación y potenciación de la vida y los cuerpos. La maquinaria de los expertos, los protocolos administrativos del cuidado, su sentido del tiempo, de las regularidades y las rutinas, las conexiones reales del cuerpo con los  dispositivos maravillosos de la medicina y la farmacología, también, y sobre todo, nos arrulla y nos canta. Sin decir nada, siempre dice que todo se desliza dulcemente al equilibrio mecánico del Gran Artefacto Materno, en el que cada pieza no es sino su funcionamiento regular incesante. Entonces flotamos sin esfuerzo en el sentido de la gr

  Por  Santiago Cardozo González (*) 1.       El campo educativo Hoy día (lamento empezar así, con un tono taxativo un tanto repugnante y propenso a los diagnósticos), en el ámbito educativo es moneda corriente hablar de ciudadanía, de comunidad, de territorio. Se dice que uno de los objetivos de la educación es “construir ciudadanía/comunidad”; que los centros educativos, en “el territorio” (especie de sintagma sacrosanto que hace juego con la gestión cultural en general y la educativa en particular; singular definido que despolitiza por completo la educación), deben formular sus propias “políticas territoriales” (políticas focalizadas, dicho sea de paso, que responden a los intereses de cada “centro educativo”, ya no más liceos ni escuelas, intereses que, ciertamente, se fraguan en el perímetro de la cortita de la “comunidad educativa”), etc. En este contexto, cabría preguntarse qué significado tienen estos tres significantes en las expresiones en que aparecen, to