REFLEXIONES SOBRE LA REALIDAD (I)
Por S. C. La realidad es una sola. Para mí, para vos, para mi madre y para el vecino de al lado. Si no fuera una sola, nos volveríamos locos a los dos días. En el caso de que aguantáramos dos días, claro. Ya bastante tenemos con que sea única y exterior, incluso extraordinaria. ¿Por qué no puede ser, sencillamente, ordinaria? No le basta con ser ella sola, sin su doble, sino que tiene que estar llenita de dobleces. Un lote. Interminables, también. Andá vos a contarlos. Pero bueno, lo cierto es que la cosa es así, punto. Lo demás es patear un clavo. Todo esto decía mi hermano cuando nos poníamos a hablar de la realidad, de la más inmediata y de la más alejada; de la más concreta y de la más abstracta. De las naranjas que daba el naranjo y de los planetas y las infinitas estrellas del cielo; de los puchos que mi padre dejaba por ahí, sobre cualquier mesa o en la pileta del baño, y de las propiedades invisibles de la espiritualidad oriental o de la intangible e infatigable fe en Dios. Y