ESTUDIOS ECONÓMICOS Y SOCIALES



Por S.C.


Sobre la tierra yerma de un alma hundida por los recuerdos
yacen, sin vida, los escombros de los diálogos discutidos 
a mano abierta,
las imprecaciones lanzadas al aire que se cuentan por miles
y las esfinges dibujadas por el escuálido tiempo transcurrido 
en los retratos del primer día de la debacle.
 
Diez siglos después, las columnas dóricas y las portezuelas 
de los ranchos perdidos en el medio de la nada se conservan en pie, soportando interminables tormentas de agua y viento, mientras 
la cabeza de Zeus flota encima de los cadáveres de Auschwitz y del Río de la Plata.
 
Una mujer embarazada está pariendo en el asiento amarillo 
de un ómnibus que va a Ciudad Vieja y otra pierde a su hijo
en el sangrado vaginal que la sorprende bajando las escaleras 
del metro.
Las prostitutas de Onetti abandonan sus cuentos y novelas 
y se lanzan a las calles de Montevideo, esperando que la noche 
no se las lleve como a sus compañeras de otras coordenadas.
En el sindicato que reúne a la clase obrera, una levanta la mano 
y toma la palabra por encima de la moción que se está discutiendo: insulta a los hombres y a los dirigentes de la mesa y, cuando se levanta para irse, los saluda 
con un corte de manga hasta la próxima asamblea.
 
                                                                            *
 
La arquitectura renacentista de la ciudad espera la demolición decretada por la pluma ignorante 
del jefe comunal, 
al tiempo que los transeúntes observan, sin salir de su asombro, 
la velocidad de los decesos.
En el interior de las fauces de la modernidad tardía, bajo el nombre vacío del “protector de los pueblos libres”, el espíritu 
de los uruguayos desciende
a los infiernos: allí se encuentran los traidores a la patria, quienes, 
de paso, echan un vistazo a sus nuevos colegas y, enseguida, regresan a sus sillones de terciopelo y al whisky de dieciocho años.
 
 
Cuando las cosas se calman, empieza el trabajo erosivo 
de la corrupción silenciosa, que desgasta y cubre de arena la estatua del David y los miles de bustos del jefe de los orientales, desperdigados por los pocos rincones de la nación.  
 
Al cabo de los años, la burocracia pública se llena de gusanos 
que la mosca verde de la política fue incubando, cómoda, 
en el interior carnoso de la Banda Oriental devenida cualquier cosa.
 
Entre los trópicos, la evolución humana ha degenerado en “homo imbéciles” y cínicos que le mienten en la cara a quienes alguna vez quisieron estar juntos en una gran Liga de los Pueblos, pero 
que los poderes criollos, a la sazón de directivas del extranjero, aplastaron con dictaduras, tablitas e inclusiones financieras.
 
Ni Bolívar, ni San Martín, ni nuestro pobre y traicionado Artigas pudieron contra los fundadores de la desgracia de los otros, 
humildes indios, negros y mujeres con hijos que han padecido 
el curso de la historia.


Pinturas: "Los proverbios flamencos" (1559), Pieter Brueghel el Viejo.

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