TOCAR EL VERSO
(...)
Una mano escribe sobre la gramosa hoja de un cuaderno:
No hay renglones que controlen o encuadren
No hay renglones que controlen o encuadren
El flujo del pensamiento,
Que se dispersa o se dispone sobre el espacio,
Buscando la forma, las articulaciones de su cuerpo,
Las pulsaciones de la métrica, la música
Del otro lado de la sintaxis.
Que se dispersa o se dispone sobre el espacio,
Buscando la forma, las articulaciones de su cuerpo,
Las pulsaciones de la métrica, la música
Del otro lado de la sintaxis.
Del cielo sombrío de la noche desciende,
Resuelto, el recuerdo pétreo de los padres,
El imaginado momento en que nos fue dada la vida.
Sobre los surcos rugosos de la cara, las líneas
Sinuosas del tiempo abren el rostro a la lectura:
El poema indaga sobre las mil formas y los mil pliegues
Del espíritu.
Paralelo, el cuerpo
Se dobla sobre la hoja en la que va escribiendo,
Con prudencia y discreción, los trazos del metro.
Y, en consecuencia, emerge del fondo oceánico una palabra
borrosa,
Dibujada en las líneas erráticas de una mano infantil
Que está aprendiendo a tomar el lápiz. Más allá,
Otra mano afirma el trazo del verso que la conecta con el
cuerpo
De su madre y estira los dedos en señal de reposo.
Bajo la neblina que huele a cigarro y la luz amplia y fría
De una sala de parto, el poema se escribe con la sangre que
emana
Del cuchillo borgeano enterrado en el hígado
Y del nacimiento de un niño que encuentra la calma
En el seno materno.
Pintura: Pablo Scagliola.
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