Pienso en una mujer
Por Fabián Muniz
Pienso en una mujer
que nunca conocí, qué paradoja,
pero que sin embargo sé que existe,
o que existió, verán, paso a contarles:
mi madre hacía compras en el súper,
el carrito acunaba aquel surtido,
y cuando iba a pagar, examinaba
en qué fila tocaba la cajera,
la más amable, que de vez en cuando,
faltaba a su deber;
leyendo las angustias monetarias,
contantes y sonantes en la cara
de esa mujer, mi madre,
decía aquella cifra que era el precio
total de aquella compra.
Cuando se le acababan los billetes,
mi madre barajaba moneditas
y se le dibujaban
arrugas en la frente.
Pagaba casi todo,
pero no le alcanzaba
(pongamos como ejemplo)
para el jamón, el Jane y el aceite.
Y la cajera, anónima heroína,
embolsaba en silencio
lo pago y lo no pago; confundía,
en bolsas, lo legal con lo ilegal.
Después salía mi madre con las bolsas
y las acomodaba en el manubrio,
los puños de la bici eran bandejas
de una balanza impune de igualdad.
El sol brillaba intenso, y el mormazo
tostaba la
alegría sobre ruedas.
El dueño de ese súper nunca supo
que me sirvió de padre, involuntario.
Me encantó ese poema. La mirada del hijo. Impecable
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