ESCRIBIR ALREDEDOR DE ALGO - Entrevista a Gonzalo Baz
Por Santiago Cardozo y Fabián Muniz
SC: “Los pasajes
comunes”: Benjamin, el Libro de los pasajes, proyecto gigantesco e inconcluso (¿como un complejo habitacional?) la
transformación de una ciudad que se moderniza y con relación a la cual el
observador mantiene una actitud particular, una manera de mirar los objetos que
constituyen esa ciudad que cambia, que se metamorfosea como expresión de un
cambio de época. En este sentido, “los pasajes comunes” es un nombre que remite
a un espacio compartido, pero que es de tránsito, donde la gente se puede
saludar mientras sigue rumbo al trabajo, al almacén, a su casa, etc.
Uno de los aspectos
más interesantes y, a la vez, más complejos de tu novela es la polisemia de la
palabra “complejo”: complejo habitacional, complejo militar, complejo deportivo
(con todo lo militar que tiene el deporte), complejo industrial, pero también
un tema, un asunto o un problema complejo, el complejo de Edipo, el complejo de
castración o una persona acomplejada por determinada situación o cosa. El
abanico de sentidos que despliega la palabra “complejo” es grande y echa un
manto de opacidad a tu novela. Incluso, por momentos, el complejo descrito
parece funcionar como una favela, lo que complejiza las cosas. En tu novela, la
vida de un complejo es, ciertamente, compleja y, además, está relativamente
cargada de violencia estatal (las fuerzas represivas), violencia social y
económica; al mismo tiempo, la presencia de otras ciudades articula una red de
vidas igualmente complejas.
SC y FM: En tu novela,
los personajes muestran una preocupación por reflexionar sobre cómo narrar las
cosas. En este sentido, son personajes letrados que abandonan su posición
doméstica por defecto, la posición del complejo (la casa), para preguntarse
seriamente sobre la narración, sobre los modos de contar, partiendo de la base
de que las historias que heredan las sienten vacías. Las imágenes que provocan,
como un trauma a ser conjurado por la narración, aparecen como fragmentos de un
tiempo irresuelto, haciendo que las historias contadas en la novela sean
también fragmentos de vida, piezas de la complejidad.
El verdadero protagonista de la novela es el lugar. Las torres son miles de ojos interpretando la vida común. Nunca pensé en escribir ninguna historia en particular, sino en escribir alrededor de algo. Es una forma de abordar los recuerdos y la memoria que tiene que ver con como imaginamos las huellas que dejamos en los espacios en los que vivimos. O como los lugares en los que vivimos imaginan las huellas que dejaron en nosotros.
FM: Varios de tus
personajes, tanto en Animales que vuelven como en Los pasajes comunes,
sienten el impulso de escribir. Y ese impulso parece surgir de una relación
dialéctica con las imágenes de las que está hecha la memoria. Primero: las
imágenes regresan constantemente y atormentan, como las Erinias. Finalmente,
las imágenes trabajadas por la narración encuentran su devenir en otras,
dinamitadas, depuradas, “alquimizadas”, quizás. En el medio, está la escritura.
Pero para encontrar el camino entre las imágenes que vuelven y atormentan y las
imágenes finales, existe una preocupación (¿solo de tus personajes? ¿tuya
también?) sobre la manera, o mejor, la forma de narrar esas imágenes. El
“cómo”. ¿Es este el núcleo de algo que podríamos llamar tu “proyecto
narrativo”?
Se puede decir que más que un proyecto narrativo es una búsqueda. No parto de una certeza ni de una idea concreta sino más bien de una intuición que me lleva a una escritura que me permite organizar una serie de imágenes. Sí, de esas derivas surgen un montón de dudas que no me molesta que pasen al texto. Escribir para mí está relacionado con la duda.
Es probable que el
lector (como me sucedió a mí) se lleve una sorpresa al constatar que casi no
hay en la novela momentos relativos al erotismo o al humor, sobre todo porque
el imaginario social que configura nuestra idea de un complejo habitacional
pareciera estar íntimamente ligado a esas dos dimensiones. Anécdotas graciosas,
pintorescas, risas tímidas o carcajadas abiertas, miradas seductoras o
lascivas, ventanas que muestran lo íntimo, dichos, refranes, levante, piropos…
¿Esa ausencia es deliberada?
Creo que hay algo exacerbado en los personajes que termina drenando hacia los espacios marginales que eligen habitar. Ellos son los que escriben la historia afectiva del complejo, los que transforman el diagrama en un paisaje que casi siempre está en llamas. No me interesaba imprimirle un tono costumbrista a la novela. Quería presentar la memoria del narrador no como una evocación de las anécdotas de su infancia, sino como algo que vuelve compulsivamente para tratar de explicarse.
SC y FM: ¿Qué estás leyendo/escribiendo ahora?
Acabo de terminar El gran arte, de Rubem Fonseca. No estoy escribiendo nada en particular.
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