El placer granulado de la escritura (una entrevista fragmentaria e inconclusa)

* Y esta fue la primera y única pregunta que respondió, antes de levantarse y, sin despedirse, desaparecer de mi vista: —¿Por qué escribís? — Te decía que escribir da lugar a un goce indefinido e infinito. Por una parte, la materialidad de la escritura echa a andar una maquinaria del pensamiento y del cuerpo, de su confluencia y su determinación recíproca; por otra parte, ese goce, un puro placer del texto, para decirlo a la Roland Barthes (¿lo conocés, no? Supongo que sí, si no, no podrías haberme hecho esta pregunta), es una erótica que, revelando, esconde, y viceversa, y que, en la tensión misma que se despliega sobre la hoja, construye una máscara de la que es imposible salir, aun cuando se trate nada más que de eso, u...