Polarización del hacer
Por Fernando Flores Morador
Legislar es un acto que genera orden. Por otro lado, cumplir con lo estipulado por las leyes también es un acto que genera orden. Decimos que estos actos son complementarios-asimétricos. La estructura de los actos asimétricos presenta ciertas propiedades fundamentales. En primer lugar, comparten el mismo objeto, en este caso, la ley promulgada. Además, no son actos conmutativos con respecto a sus objetos, lo que significa que es imposible cumplir una ley antes de que esta haya sido promulgada. En tercer lugar, estos actos “se atraen entre sí”, justamente porque son complementarios. La atracción nos recuerda el comportamiento de los polos magnéticos. Teniendo esto en cuenta, denominaremos a este fenómeno la polarización de los actos humanos. Decimos entonces que toda ley promulgada se polariza hacia su cumplimiento, y toda aplicación de una ley se polariza hacia el acto de legislar acaecido en el pasado. Si una ley promulgada no ha sido aplicada todavía, la aplicación de la misma la encontrará (como con un imán), polarizándose hacia su pasado. Lo que vale para una ley vale para una recomendación o para una norma moral. Es importante distinguir el concepto de polarización del concepto de causalidad. Como caso paradigmático del acto complementario-asimétrico, proponemos el par escritura-lectura. El acto de escribir está dirigido hacia el futuro porque está destinado a ser leído cuando el texto esté terminado. En cambio, el acto de lectura está dirigido hacia el pasado, porque se producirá después del acto de escritura. Así pues, los actos complementarios-asimétricos de escritura y lectura se producen simultáneamente a favor y en contra respecto al flujo del tiempo cronológico. El acto de escribir es la causa del texto, pero no la causa de la lectura, del mismo modo que la legislación es la causa de la ley, pero no es la causa de la aplicación de la misma. Curiosamente, los actos humanos complementarios siguen las reglas de los signos de la multiplicación y división algebraicas. Llamando “positivos” a los actos polarizados hacia el futuro y “negativos” a los actos polarizados hacia el pasado, tendremos que actos de igual signo serán actos polarizados hacia el futuro y que actos de diferente signo serán actos polarizados hacia el pasado. En esa analogía algebraica, los actos humanos se encadenan en pares a partir de uno que lleva la iniciativa, creando lo que vulgarmente llamamos “la sucesión temporal” o simplemente “el tiempo”.
Decimos que vivir en sociedad es administrar la iniciativa generadora del orden.
Supongamos ahora que los ciudadanos rechazan la ley promulgada. En ese caso, el actuar del ciudadano pasa a estar polarizado hacia el futuro, y este asumirá la iniciativa. Sin embargo, por la ley de los signos, el acto de rechazo de la ley no es suficiente para invertir la iniciativa a su favor en la serie total de actos, por lo cual, la iniciativa seguirá en manos del legislador.
Imaginemos ahora que el ciudadano no solamente rechaza la ley, sino que también exige una explicación respecto a su fundamento. La explicación exigida es un acto polarizado hacia el pasado. El ciudadano quiere “releer” algo que el legislador ha disimulado en el texto de la ley y asume una posición doblemente receptiva a futuras palabras de este. Tenemos entonces que, ante el acto polarizado hacia el futuro del legislador, el ciudadano responde con dos actos sucesivos polarizados hacia el pasado. La sucesión nos dará el siguiente modelo, que finalmente dará la iniciativa global al ciudadano.
El ciudadano ha invertido la dirección de serie de actos, cambiando la dirección del movimiento de las agujas del reloj. Como vemos, las reglas de la polarización deciden quien lleva la iniciativa en un acto polarizado y en qué dirección se mueve (en el sentido del reloj, o a contrarreloj). El sujeto no puede evitar participar en este juego, pero puede elegir entre tratar de conquistar la iniciativa, o renunciar a hacerlo. La polarización determina el ritmo de todas las formas de intercambio, incluida la confrontación política, condenando al hombre a un dualismo eterno de dominación y renunciación.
Decíamos que tanto la legislación como el cumplimento de lo legislado son actos que generan orden. Debemos especificar ahora que el orden generado por uno y otro acto es un orden parcial. Decimos que el orden de la legislación es “OR”, en tanto está polarizado hacia el futuro. Por otro lado, decimos que el orden generado por la aplicación de la ley es “DEN”, en tanto esta polarizado hacia el pasado. Sólo cuando el círculo hermenéutico se cierre, tendremos “ORDEN”, es decir, aquel que puede medirse como el conjunto de decisiones tomadas y multiplicadas por el número de círculos cerrados.
Consideremos ahora los actos polarizados al presente. Se trata de actos a los que llamaremos “paralelos”. Estos difieren de los actos complementarios en que no comparten el mismo objeto referente. Los actos paralelos presentan cada uno su propio objeto. Por ejemplo, “el legislador legisla” y el ciudadano, “reelige (o no) al legislador en las elecciones”. Estos son actos paralelos, desfasados en el tiempo. El objeto del primero es la ley, y el objeto del segundo es el voto. Observamos que el primero está polarizado hacia el futuro (simbolizado como “+”) mientras que el segundo está polarizado hacia el pasado (simbolizado como “- “); este último asume también la forma de una respuesta, pero esta vez de manera indirecta. La regla algebraica de los signos que debemos aplicar en este caso no es la de la multiplicación y división que hemos usado para los actos complementarios, sino la regla de los signos de la suma y la resta. Los actos polarizados al presente se acercan al “ahora” por exceso (+1), o por defecto (-1). Si el acto polarizado hacia el pasado prima, tendremos una aproximación por defecto hacia el presente, y si prima la polarización hacia el futuro, tendremos una aproximación hacia el presente por exceso. Si los objetos están polarizados en forma equilibrada, decimos que los objetos son “operativamente compatibles” y que los actos están polarizados hacia el presente en forma absoluta. Lo simbolizaremos con un cero (0). De lo contrario lo estarán en forma relativa. Por ejemplo, no podemos reelegir al legislador si no somos mayoría. De no tener los votos suficientes no seremos operativamente compatibles con la actual serie de actos. Asumiendo que los objetos son operativamente compatibles, siendo la “ley” y el “voto” los objetos, tenemos que [“ley” à “voto”] = 0 y que la polarización hacia el presente será absoluta.
Los actos paralelos son actos en los que el presente es negociado a través de polarizaciones por exceso o por defecto hasta definir el presente de la serie de actos. La negociación finalizará cuando la polarización alcance el presente absoluto. Un caso paradigmático de la serie de actos polarizada hacia el presente es el acto de intercambio comercial durante el cual el precio final de una mercancía se decide al alcanzar su presente absoluto.
Apliquemos los resultados obtenidos hasta aquí en nuestra investigación, para reflexionar sobre los efectos de la pandemia sobre el conjunto del hacer social. Siendo el objetivo final de las autoridades sanitarias el control de los contagios, se recomienda mantener las distancias, usar tapaboca, practicar la cuarentena, etc. Ante la recomendación formulada observamos dos situaciones posibles: Obsérvese que si Juan quiere besar a María, y esta “le hace la cobra” por razones afectivas, tenemos dos actos complementarios. Pero, si María elude a Juan por razones sanitarias, tenemos dos actos paralelos polarizados al presente por defecto.
De lo dicho se desprende que, para tener efecto, el acto de rechazo de María debe ser de mayor magnitud que el acto amoroso de Juan. Dado que el acto de naturaleza higiénica debe ser de mayor magnitud, el signo de la serie completa de actos será negativo. La pandemia ha transformado un conjunto de actos complementarios en un conjunto de actos paralelos. Notamos que esta nueva situación sigue las pautas del proceso modernizador, según el cual la esfera de las relaciones de carácter íntimo se transforma en relaciones de carácter público. Permítasenos algunas breves conclusiones: asumimos que, en general, los actos modernizantes son actos polarizados hacia el pasado, en el sentido de que son actos correctores de una conducta social espontánea. Asumimos también que los actos modernizantes, para triunfar, deben desplegar un valor organizacional de magnitud mayor que la de los actos espontáneos. De esto último deducimos que los actos de control de la conducta espontánea deben generar un orden de magnitud mayor que el orden espontáneamente generado, para luego ser negociados para alcanzar el presente absoluto.
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