Un cedrón, la inmortalidad



Por Santiago Cardozo



Un cedrón inmortal, apostado en una margen del patio,
Muere un día y al otro
Renace con la lluvia,
Atiborrado de ramas y hojas que se aprovechan
Para el agua del mate
Y para algún remedio
Casero.

Metáfora de la persistencia,
Ha sobrevivido, tenaz, varios tiempos,
El violento granizo de los inviernos
Y el agostado calor del verano
Entre los Trópicos.

Sigue, erguido o encorvado,
Allende la parra que se levanta
Cargando sus pesados vástagos y maniatada
Por los nudos de mimbre que mi padre
Le forzaba todos los años.

Sigue, frente a la ruda macho,
Que lo desafía con su olor desagradable y su carne oblonga,
Hasta que unas viejas tijeras de podar deciden
Su futuro doméstico, la inutilidad rutácea
De su mañana perenne.

A su lado coexisten
Un naranjo anciano y agonizante,
Una pequeña higuera que demorará años
En dar su fruto y un manzano
Infestado de gusanos
Que reposa, celoso, a medio metro de un duraznero
Con las ramas separadas para recibir
Todo el sol y las manos que le extraerán,
Ávidas e impacientes,
Sus suculentos duraznos.
  
En pocos días abandonaré mi casa
Hacia un país lejano donde no crecen
Los cedrones. Me llevaré
Una rama con el eterno perfume
De sus parduzcas hojas.


Pintura: Vincent van Gogh.

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