"No hay escritura sin experiencia" - Entrevista a Damián González Bertolino
Por Fabián Muniz
A estas alturas de su carrera literaria, Damián González Bertolino (Punta del Este, 1980) no necesita presentación. Laureado múltiples veces, representante de Uruguay, junto con Valentín Trujillo, en la última selección de Bogotá 39, el escritor puntaesteño, más específicamente del Barrio Kennedy, accedió amablemente a responder algunas preguntas para Ágora o Nunca.
Muchos lectores identifican tu literatura con algunas de las vertientes
de las narrativas extraña o fantástica. Sin embargo, vos últimamente has respondido varias
veces que te sentís más cercano a la narrativa de corte realista. ¿Sentís que hubo un
cambio en tu narrativa en ese sentido, que antes era más fantástica (Los alienados,
El Increíble Springer) y desde entonces hasta la fecha te fuiste convirtiendo al
realismo, o se trata de una lectura errada de lo que hacías antes? ¿La propia distinción de
realista-fantástico te interesa?
No me interesa esa
última distinción y a la vez creo que las ensoñaciones, todos los deseos que
pueden transmutar la percepción de la materia, son parte del realismo, inciden
en él; es algo que se puede ver en un autor tan realista como Dickens. Así y
todo, a mí lo que me interesan son las historias y los personajes. Creo que en
mis libros siempre hubo un componente tan irreductible como concreto en el que
los hechos estaban anclados.
Por lo general, se suele hacer la distinción, quizás un poco arbitraria,
entre los escritores que crean alimentados por la “vida” o la “experiencia” y otros que lo
hacen acicateados por lo que leen, por la “literatura”. ¿Creés en esa taxonomía? ¿Cuál
sería tu caso?
No hay escritura
sin "experiencia".
El cambio, o quizás la evolución, que sí se percibe notoriamente, porque
surge de un dato objetivo, es que tus libros han ido creciendo en número de páginas.
Cada vez has necesitado más palabras para narrar lo que te interesa. ¿Hay algo en la
cantidad que favorezca la calidad? ¿Menos no es más? ¿Qué hay de la doctrina
norteamericana del show, don’t tell, tan aceptada por muchos talleristas literarios?
Cuando la historia
lo requiere, la cantidad arroja una determinada cualidad sobre el resultado. De
todos modos, la extensión en sí de un libro no es algo que me preocupe. Cuando
escribo, simplemente me dejo llevar por la historia y lo que ella requiere y
disfruto del proceso. Más tarde habrá tiempo para editar y sacar páginas... En
cuanto a la última pregunta, no conocía lo de la doctrina norteamericana, pero
creo que hay un ejemplo más cercano y es el de Borges, que siempre aconsejaba
sugerir o exponer antes que explicar. En alguna de sus entrevistas, puso el
ejemplo de "A la deriva", de Horacio Quiroga, que a él le parecía un
cuento desastroso porque le decía al lector de un modo explícito cómo se sentía
el protagonista en vez de hacérselo sentir. Fue un consejo que me quedó.
En tu última novela, Herodes, se percibe un estilo muy trabajado, de
una belleza formal envidiable, pero con un tipo de sintaxis que por momentos parece
querer enrarecer el sentido, ocultarlo bajo las sombras de las palabras. ¿El
lenguaje es el protagonista?
Creo que lo más
importante en una novela es la historia, pero el lenguaje debe reflejar la
particularidad que pueda tener esa historia. En Herodes escribí
sobre una zona muy difusa que es la del dolor de la pérdida. Entre el
abatimiento y la esperanza que luego se demuestra vana, el alma del personaje
recorre un largo camino: hay silencio y hay cantos de sirena. Cuando comencé la
escritura de la novela me pareció que el lenguaje debía ser considerado con esa
incertidumbre sensorial y vital.
¿Qué cosas estás leyendo y en qué estás trabajando actualmente?
He estado leyendo historia uruguaya, desde el
Militarismo hasta la Guerra del '04 y, en particular, sobre Aparicio Saravia.
Estoy trabajando en la versión final de El origen de las palabras,
un libro del que he publicado algunas partes en antologías. Además, estoy
escribiendo una novela.
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