Un goce fatuo aparece (Literaria)
Por Santiago Cardozo
Un goce fatuo aparece
En las instancias magistrales o mundanas, según el estilo,
En las que pides la palabra y te despachas,
Con total desparpajo, interrogándome
Sobre la sexualidad de las langostas
O sobre cómo se hace para levantar un objeto con la mirada.
Tu voz, audible pero no sin defectos articulatorios,
Se abre camino en el silencio de los demás que, atentos,
Te escudriñan con impaciencia, esperando
La palabra dislocada, la sintaxis errática de tu frase.
Pero ahí sigues, indiferente a los ojos ajenos y a los
resoplidos,
Como si estuvieras sola,
Mientras pienso en cómo decirte que pares,
Que controles los impulsos musculares de una boca
Que se vuelve oráculo, supremo enigma del auditorio.
No obstante, yo dejo que avances, porque me gusta oírte,
Porque las palabras que salen de tu boca son tuyas.
Entonces,
El errabundo decir que sueltas en clase,
Que se apropia de la autorización concedida al brazo
levantado,
Al deseo que te empuja y parece desencajarte,
Al menos por un segundo, de tu propia forma,
Se torna mordaz, después juguetón y, finalmente,
Una retahíla humillante venida a menos
Hasta que quedas en la más completa soledad
De la incomprensión.
Lugar inhóspito, silencioso, sin otro,
La oscuridad de un Delfos local
Se convierte en un cuerpo rechazado
Sobre el que pesan el cansancio y la indiferencia
De las respuestas sin ecos, sin humanidad.
Habías preguntado no sé qué cosa;
Solo recuerdo la ridiculez de la pregunta
Y la forma en que retumbaba entre las paredes
Hasta perderse en la ignominia que todos te ofrecían,
solícitos,
Para que te callaras, incluyéndome.
Nada de esto pudo detener la ebullición de tus palabras,
Las oraciones ahora sin la mínima gramática necesaria
Para que los presentes pudiéramos siquiera adivinar
El oculto sentido que, suponemos, emanaban
Por algún resquicio de la lengua.
***
Hoy estás en una sala blanca de hospital
Esperando las inyecciones cotidianas
Que te vuelven apenas un cuerpo que camina lento,
Con extrema dificultad:
Una articulación de músculos gelatinosos
Precipitándose al abismo de la sobredosis de
tranquilizantes,
Un número al que nunca visitan y que mira por la ventana
Un punto indefinido en el que todo se funde en un brillo
Vacío, sin tiempo ni lugar.
Imagen: Goya, grabado: "Disparates".
Comentarios
Publicar un comentario