DESEO DE LENGUAJE



Por Santiago Cardozo

“Querer escribir el amor es afrontar el embrollo del lenguaje: esa región de enloquecimiento donde el lenguaje es a la vez demasiado y demasiado poco, excesivo (por la expansión ilimitada del yo, por la sumersión emotiva) y pobre (por los códigos sobre los que el amor lo doblega y lo aplana)” (Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso).

 

            Podríamos decir que, puestos desde siempre en el lenguaje, desde la más tierna cuna, desde los primeros sonidos de la respiración mundana, cuando queda lejos la gramática, aquel se nos ofrece como una serie de limitaciones respecto de lo que podemos decir y de lo que no. El amor, como acontecimiento que afecta fundamentalmente al tiempo y al lenguaje, inscribe en este la aporía de decir “amor” para nombrar lo que no se deja nombrar, precisamente porque ello se nos da como un acontecimiento, cuyo nombre solo puede venir a posteriori, cuando el acontecimiento mismo ha quedado perdido y solo tenemos la fidelidad a él, que también recibe el nombre de “amor”. Desdoblado, entonces, “amor” nombra dos figuras, la segunda de las cuales es el efecto desplegado (y no pocas veces mortífero) de la primera, cuya ocurrencia azarosa escapa a cualquier intento de designación, porque la retroactividad que instala difiere y separa para siempre el orden de las palabras y el orden de las cosas. De hecho, el propio lenguaje es un acontecimiento que abre esa distancia infranqueable e irreductible entre los signos y los objetos, pero posee la particularidad de que, como acontecimiento, siempre ha sido y es, lo que le permite cargar con la estructura de su propia reflexividad, aun cuando esta se vea permanentemente superada y abrumada por el lenguaje en posición de desdoblamiento. He aquí la radical inconmensurabilidad del metalenguaje, cuya forma se parece tan íntimamente a la del amor. 


¿Qué es lo que hay de Deseo en la lectura? El Deseo no puede nombrarse, ni siquiera (al revés que la Necesidad) puede decirse. No obstante, es indudable que hay un erotismo de la lectura (en la lectura, el deseo se encuentra junto a su objeto, lo cual es una definición del erotismo) (Roland Barthes, El susurro del lenguaje).

 

            ¿Cómo escribir sobre el Deseo de lectura, si no es mostrando la forma en que actúa sobre el pensamiento y sobre los cuerpos que leen, cuerpos sobre los que caen los efectos y los afectos de las “estructuras verbales”? ¿Cómo hablar del Deseo de un libro, de un texto, de un autor, si no es dejándose llevar por la manera en que ese libro, ese texto o ese autor desgranan la lengua a lo largo de los enunciados dispuestos sobre las páginas, más allá de toda gramática, de toda semántica y de toda intención? 


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