PENSAMIENTOS (I)
Por S. C.
Un tipo va por la calle y se topa con un árbol. Lo mira y piensa: árbol. Enseguida, se da cuenta de que, al pensar en el árbol, pensó, en realidad, en la palabra “árbol”. Entonces, sigue caminando con la mente absorta en los pensamientos que se le suscitaron. Al cabo de unas cuadras, se topa con otro árbol, lo mira detenidamente, como buscando su naturaleza secreta, y, de nuevo, ocurre lo ya ocurrido: pensó en la palabra “árbol”, pero ahora se le añade una inédita anagnórisis: no solo pensó en la palabra “árbol”, sino que también pensó la palabra “árbol” y, con ello, advirtió el vacío que rodea al pensamiento o que lo hace posible: la cosa árbol no está ahí, en la palabra. La angustia comenzó lentamente a apoderarse de él. La tercera anagnórisis no se hizo esperar: cuando pensó la palabra “árbol” y reparó en que el árbol no estaba en el signo, cayó en la cuenta de que nunca se puede acceder a la cosa árbol si uno quisiera saltearse la palabra. Siempre hay que pasar por esta para llegar a la ilusión de la cosa referida. Tamaño descubrimiento le produjo contracciones en todo el cuerpo: los párpados se le movían sin control, las manos le temblaban, sudorosas, a ritmos desparejos, las piernas se le ablandaban y sentía cómo los latidos del corazón lo desgastaban hasta el agotamiento físico.
Decidió entonces evitar todos los árboles con los que se toparía antes de llegar a su casa. Torció la dirección del trayecto y, cuando dio vuelta en la esquina donde, a dos cuadras de su casa, la gente, ahora ciega para él, esperaba el ómnibus todos los días, lo detuvo, de golpe, un contenedor de basura. El proceso se repitió. Esta vez no pudo con la angustia: se llevó las manos al pecho, apretó como buscando detener las palpitaciones que se habían elevado a una velocidad inadmisible y, lo supo enseguida, cayó fulminado en la vereda.
Pinturas: Rembrandt.
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ResponderEliminarMaravilloso
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