El bucle neutro de la catástrofe (reseña fragmentaria de "Anástrofe")



Por Santiago Cardozo 


1. Más allá del extremo. En una entrevista para el semanario Brecha,[i] le preguntábamos a Sandino Núñez ¿qué quedaba después de Psicoanálisis para máquinas neutras[ii]?; es decir, partiendo de la base de que Psicoanálisis había llevado las cosas al extremo o, al menos, a cierto extremo, la cuestión era ¿para dónde y cómo iba a seguir Sandino? La respuesta, después de poco menos de tres años, es Anástrofe,[iii] que prolonga, como el propio Sandino señalaba en la entrevista, la primera parte de Psicoanálisis, donde se desenvolvía la idea de neutralidad. Ahora, en esta nueva obra, Sandino emprende una tarea de escritura que, de cierto modo, a mi juicio, se muestra más pulida, con enunciados más breves, más “contundentes”, más poéticos (parece haber retomado la marcada senda de La vieja hembra engañadora, donde su escritura había alcanzado la expresión más acabada); procede, como siempre, con paciencia, desplegando sus puntos muy ordenadamente, con un estilo característico que reconocemos desde las primeras líneas. 

2. Este es el punto desde el que parte Sandino (tomo una cita un tanto al azar de Psicoanálisis): “Definimos entonces la conservación del sistema o del organismo como una fuerza inercial o neutra inscripta en (o indisociable de) su metabolismo o en la lógica de su funcionamiento. Así prefiero adoptar una perspectiva que no ponga el énfasis en ningún recurso o procedimiento específico complementario o heterogéneo al funcionamiento del organismo-máquina-sistema destinado a asegurar su continuidad y reproducción (ideología, por ejemplo). La conservación, en principio, es algo inherente al funcionamiento, se aloja en lo real del propio funcionamiento. Cohesión, continuidad y reproducción indefinida ya están ahí, inscriptos en el propio vivir, y se expresan en el concepto de la primera ley de Newton. Conservar la vida del organismo o la mecánica del sistema, entonces, no requiere operaciones adicionales, específicas o diferenciales. Es, como apunté en c., implícitamente una lógica neutra de lo mismo y de más de lo mismo: más vida, más mecánica, más pragmática, más sistema, más organismo” (pp. 25-26). ¿Un pasaje de Psicoanálisis? Podría haber sido, perfectamente, un fragmento de Anástrofe o Anástrofe podría haber estado integrado en Psicoanálisis.

Así, esta última y esperada obra de Sandino despliega, en otro registro, el pasaje citado: Sandino desgrana, con paciencia, decía, cada aspecto del funcionamiento de la máquina pragmática, que mira desde una posición que, conforme a sus propios planteos, podemos llamar una posición de sujeto. Él mismo es el movimiento crítico que se introduce un interdicto, en nombre de la filosofía, en la lógica neutra del empuje maquinal del mercado y la economía, extendida, como juego, al funcionamiento de todo lo social.

He aquí una tesis fuerte del libro: “Es en el juego que el capital encuentra el punto de sutura que le permite realizar su gran sueño totalizante: un mapa económico general de todas y cada una de las actividades humanas” (p. 31), seguida de una explicación central que sitúa al juego en el lado opuesto a la extendida visión romántica con que se nos ha educado, más allá o más acá de la academia: “El juego es presentado a menudo como un campo de pruebas, como un paréntesis recreativo que nos proporciona el beneficio de un aprendizaje laboratorial de aspectos técnicos y cognitivos, a salvo de consecuencias y riesgos trágicos en la realidad o la vida. O, lo que es lo mismo, como un ensayo, un simulacro o un ejercicio con el beneficio de lo inofensivo, y el plus de la recreación, el entretenimiento, la diversión y el placer” (p. 33). Quizás podíamos intuirlo, pero la lógica del juego obstruía nuestro campo visual (si todo es juego, ya no vemos el juego), llenándolo de más juego y más placer. 

3. Un conjunto de palabras claves, ya expuestas con insistencia en Psicoanálisis: funcionamiento, máquinas, circulación, recursividad, técnica, economía, y ahora, juego y jugar. Todas ellas son parte de la escritura de Sandino, especialmente fulgurantes en la primera parte de Psicoanálisis, en sus textos “menores” (los textos de su blog); y llegan a su esplendor político en Anástrofe. Aquí resulta posible advertir cierta vocación pedagógica (rehúso el término didáctica, por la dimensión técnica que lo caracteriza), que parece animar los ejemplos que plantea Sandino: destacan especialmente tres; al inicio, la “mítica batalla” entre Tom y Jerry alrededor de una bomba, en la que, según la interpretación de Sandino, el ratón perfecciona su técnica lúdica como esclavo, pero sin superar nunca su posición; poco antes de la mitad, los otros dos: el de la relación del consumidor (el propio autor) con el verdulero (desertor)/la verdulería del Supermercado Pepe (instancia en la que regalamos trabajo bajo la gracia del juego, de que es más divertido pesarse las verduras propias – en nombre de la tecnología– que entrar en un conflicto político con el verdulero/el supermercado) y el del mozo gruñón, malhumorado, que se reconoce como otra cosa que un mozo, mostrando el “plano sujeto” que lo define. Caso análogo es ilustrado con el conocido programa Master Chef y la teoría del reality expuesta.

4. Muerte de la política. El punto de partida de la reflexión de Sandino (una de las hipótesis fuertes) apela a la idea de la condición posmoderna de Lyotard para establecer una relación entre lo que el filósofo francés señala respecto de los Grandes Relatos y el fenómeno analizado por el propio Sandino. La caída de los viejos y grandes relatos ideológicos (el edificio narrativo de la ideología y de la historia) es entendida por Sandino como la consecuencia del ascenso tecnológico generalizado y abstracto del juego y del jugar mismo. Anástrofe se dedica a mostrar las enormes consecuencias de la conversión del mercado en juego, de la neutralización de la máquina de la economía; a mostrar la fría anatomía del capital.

En este sentido, la idea central de Anástrofe es tan sencilla como compleja: el mercado es una gran máquina (la Máquina, The Matrix) de puro funcionamiento o funcionar, o de puro seguir-funcionando, y lo que lo mueve, es decir, lo que nos mueve, es el placer, liso y llano: jugamos, ante todo, porque nos produce placer, un placer excesivo que se reinscribe en la propia lógica del placer, asegurando su recursividad, la incrustación en los niveles capilares más invisibles de las prácticas sociales. El enganche del individuo no es, como podíamos creerlo, a un objeto de consumo particular (a este o aquel objeto parcial, a este o aquel objeto a), sino a la lógica misma del consumir, a la ligazón metonímica que permite el desplazamiento indefinido entre objetos parciales, asegurando el cierre de la propia máquina en la plenitud de su funcionamiento. Y en ese desplazamiento, los montos de goce producidos aseguran la inscripción ciega en los niveles capilares de los engranajes de la máquina económica.

5. Plus. El papel del plus-de-goce (la plusvalía del jugar) es esencial, el principio mismo de la maquinaria económica: el ejemplo del flipper,[iv] que Sandino trabaja en un breve texto de su blog, lo ilustra con elocuencia. El goce que produce el juego (para usar un lenguaje a la Sandino: los montos de energía mental y corporal, los montos de ansiedad del juego) se reinscribe en su propio desarrollo y final como el premio que se gana sin darnos cuenta de que lo hemos ganado: se premia al jugador con más jugar (se lo sella en la posición de jugador, contraria a la posición de sujeto). Resulta, entonces, que el premio fue una bola extra de la que apenas fuimos avisados. Esto es el principio abstracto de la economía. (Comentando el ejemplo con un amigo como parte de nuestra “experiencia de la infancia”, me hacía notar que, después de que por el flipper pasaran decenas y decenas de jugadores, de que el juego se desgastara o se estropeara, la bola extra “se anunciaba” con un ruido, con un desperfecto, que ponía en alerta al jugador de que había sido premiado, de que había alcanzado el puntaje necesario para recibir el premio. Curioso ruido potencialmente subjetivante que, al mismo tiempo, hacía que la excitación del cuerpo por el premio recibido fuera más notoria, aumentando los montos de goce). Y acá viene una de las frases más interesantes e inquietantes de Anástrofe: “Nos mantenemos vivos en un sistema o un artefacto que extrae su energía de funcionamiento precisamente de aquello que nos da placer”, dice Sandino en la página 33. Nada de historia, de ideología, de teleología: el telos del artefacto está hecho de la sustancia gozosa que produce y que reinscribe como el grado neutro de su funcionamiento.

El asunto es, pues, el juego y el jugar. A través de Freud, Sandino somete la idea de juego a una torsión que la estira al máximo, hasta poder articularla con la economía. Y lo hace a partir de un primer movimiento, fundamentado en Más allá del principio del placer. El segundo movimiento comprende la convergencia de Marx y Lacan, el plus que el segundo toma del primero: vamos de la plus-valía al plus-de-goce. De esta manera, queda armada la máquina teórica desde la que Sandino observa y analiza el juego y el jugar, haciendo a un lado las perspectivas más comunes, y más pedagógico-didácticas incluso, sobre el juego: en cierto momento “aparece todo un enorme edificio científico-técnico, institucional o universitario, sociológico o psicológico, conductista o pragmático, empírico o estructural, de justificación y descargo de las viejas sospechas de ocio e improductividad del juego, que lo mantienen subordinado así no tanto a la producción propiamente dicha cuanto al principio económico de realidad, a nuestra socialidad moderna” (p. 30), contra el que Sandino quiere pensar, porque descuida, o sencillamente no ve, el punto capital de la cuestión: el placer. Y entonces sabemos –cualquiera lo ha experimentado, pero no cualquier está dispuesto a sacar de ello todas las consecuencias pertinentes y, llegado el caso, siniestras– que el juego es violento y/o fatal: sujeto a su propio funcionamiento, la exponenciación de su perfeccionamiento empuja a los jugadores al borde del abismo de su existencia.    

6. El libro. A partir de lo explicado arriba, podemos decir que estamos ante un libro de economía, un libro sobre el goce o el plus-de-gozar (esto son la anástrofe y el juego); un libro que ha operado cierta paralaje, cierta vuelta de tuerca con respecto a Psicoanálisis: ya no interesa tanto el producto del funcionamiento de la maquinaria mercado cuanto el propio acto de funcionar (de la mercancía al “mercanciar”, digamos) y el placer que provoca (ahí está Freud contra todas las explicaciones habituales de las utilidades del juego).

En definitiva, se puede sostener que el libro de Sandino es una “gramática filosófica” (me recuerda un poco a El sistema de la moda, de Roland Barthes,[v] sin el estilo frío y neutro de la escritura del Barthes de este libro). ¿Por qué una especie de gramática filosófica? Primero: las comillas, antes que procurar indicar que no es exacta ni literalmente una gramática filosófica, quieren poner en cuestión el etiquetamiento de la expresión entrecomillada (el problema del etiquetamiento), siempre en deuda con aquello que quiere aprehender. Segundo: es una especie de gramática porque identifica y describe los elementos que componen el juego y el jugar y explica su funcionamiento, como hace cualquier gramática respecto del sistema de la lengua: hay tales y cuales fonemas, tales y cuales morfemas, que se combinan de estas maneras, etc., y una sintaxis que tiene ciertas propiedades, en fin. Pero es filosófica porque es una gramática, en cierta manera, desdoblada, que se dice a sí misma desde un punto de vista crítico, desde una posición de sujeto, decíamos, y porque, además, pone precisamente entre paréntesis la ausencia de este sujeto en la “estructura gramatical” del juego. En este sentido, la expresión gramática filosófica es un oxímoron cuyo punto fundamental es el adjetivo, porque es el elemento que exhibe el lugar enunciativo desde el que se habla.    

7. La locura. ¿Y qué lugar ocupa la locura en Anástrofe? En principio, podría señalarse que la locura es una rémora del sentido, la pequeña muesca crítica que nos permite tomar consciencia de que debemos dialectizar las cosas y, con ello, sustraernos a la lógica pragmática del juego (que lo contamina todo), a su mecánica paranoica. Así, locura es el significante de una resistencia crítica, de la presencia del sujeto (cartesiano) en el mundo delirante de las cifras, que siempre produce más cifras, diagnósticos y más diagnósticos, pululación de especialistas en lectura de las cifras y en el arte de la diagnosis (técnicos académicos de la “ciencia política”, que nos vienen a decir cómo comprender lo que nos rodea): “Desublimación radical de la realidad o el mundo en la forma de la cuantificación y la medida como único horizonte de intelección. Esta lógica de la medida (plusvalor y plus de goce) desemboca irremediablemente en la desmesura” (p. 127).

Locura es, pues, un lugar de pensamiento en medio de la forma misma del mundo contemporáneo, de su inteligibilidad, que es su aisthesis y su ontología, la socialidad de la abstracción económica, del funcionamiento neutro del capital; un funcionamiento que no tiene o no parece tener lugar para el sujeto, cuya aparición solo puede darse bajo la forma de un acontecimiento indefinido, inesperado, inédito: “El problema es analizar y desarmar la socialidad o la ontología que nos vertebra, y eso no puede anticiparse ni planificarse: solamente puede ocurrir en prácticas que produzcan acontecimientos nuevos capaces de (re)socializar y (re)politizar” (p. 91), como Anástrofe.    

8. Dos observaciones finales. 1) El estilo: poesía y filosofía, una misma cosa: hacer pensar y fascinar, o mejor, un estilo que hace pensar porque fascina y que fascina porque hace pensar. De esta manera, se disuelve una posible distinción entre la fascinación de la palabra poética y la paciente argumentación filosófica que procuraría evitar “ir al cuerpo”; ambos aspectos se determinan recíprocamente, lo que le da una fuerza singular a la escritura de Sandino. 2) La obra de Sandino parece “seguir” -arriesgo una hipótesis- los pasos de la obra de Lacan: de los textos sobre lo Imaginario y lo Simbólico (en el caso de Sandino: Lo sublime y lo obsceno. Geopolítica de la subjetividad y La vieja hembra engañadora, por ejemplo[vi]) a los textos sobre lo Real, el asunto más duro de roer: Psicoanálisis y Anástrofe. Porque lo que mata es, se sabe, lo Real.  



Notas

 

[i] Santiago Cardozo y Fabián Muniz, “No es sólo dialéctica: la abolición del futuro”, Brecha, 17/VII/20.

[ii] Sandino Núñez, Psicoanálisis para máquinas neutras. Biopolítica o la plenitud del capitalismo, Montevideo: HUM, 2017.

[iii] Sandino Núñez, Anástrofe. Sobre juegos, virus y locura, Montevideo: HUM, 2020.

[iv] Sandino Núñez, “Pulsión”, disponible en https://sandinonunez.blogspot.com/2019/05/pulsion.html.

[v] Roland Barthes, El sistema de la moda y otros escritos, Buenos Aires: Paidós, 2005.

[vi] Sandino Núñez, Lo sublime y lo obsceno. Geopolítica de la subjetividad, Buenos Aires: Libros del Zorzal, 2005 y La vieja hembra engañadora. Ensayos resistente sobre el lenguaje y el sujeto, Montevideo: HUM, 2012. 


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